La sopa del rey

Posted by Sebastián Saez

Existió hace mucho tiempo, en tierras lejanas, un rey muy exigente con la comida. Él estaba muy acostumbrado a comidas exóticas y como nunca quedaba satisfecho con lo que le preparaban, cambiaba de cocinero todo el tiempo.

Fue tanto la exigencia del rey, que estuvo un tiempo sin nadie que le cocinara. Fue así que pasó muchos días sin comer.
- Hasta que no encuentre a un digno cocinero real, no probaré otro bocado.- anunció el rey.

Todos en el castillo, buscaron a un nuevo chef para su majestad. En el pueblo encontraron a un humilde panadero, que según decían, sabía cocinar platos exquisitos.

Este señor se presentó ante el rey, y en seguida fue a la cocina real. Allí encontró todo tipo de ingredientes que nunca había visto. Al igual que muchísimos instrumentos culinarios que jamás había usado. El rey le ordenó que le preparara el mejor plato que supiera hacer. El nuevo cocinero, después de tanto pensar, preparó una sopa de verduras y fideos, acompañado de pan de ajo. Mientras cocinaba, pensaba en su hija, porque este era su comida favorita.

Cuando el rey se sentó en la mesa a comer, miró el plato y tomando la cuchara dijo: “Esto nunca lo he probado. Veamos que tan rico es.” A penas dio el primer sorbo, una sonrisa se dibujó en su cara.
- ¡Esto es absolutamente delicioso!- dijo levantando su cuchara.

El rey quedó tan contento y satisfecho que recompensó al cocinero y lo nombró “caballero real de la cocina”. Es por eso que una comida simple y hecha con amor, puede ser más rica que mil platos exóticos.

Sebastián Saez

La tradición de Don Anzó

Posted by Sebastián Saez

Era una tarde soleada en la estancia de Don Anzó cuando llegó un periodista ansioso por cubrir la noticia que había llegado hasta sus oídos.

En aquel campo se podían ver varias cosas extrañas y todas pertenecían a Don Anzó, un gaucho chueco con barba abundante y siempre cubierto por su poncho. “Buenas tardes, Don. ¿Podría hacerle algunas preguntas sobre sus costumbres?” le dijo el periodista cuando llegó, y enseguida le contó sobre lo que estaba investigando. El gaucho con una sonrisa que dejaba ver ventanitas por falta de algunos dientes le dijo: “Cómo no. Acompáñeme nomás y le muestro mi campo.”

La recorrida de Don Anzó cubrió el gallinero donde las batarazas empollaban huevos del tamaño de una lata de gaseosa; el tambo donde estaban las vacas que daban café con leche todas las mañanas y el corral con ovejas que cantaban una y otra vez “cielito lindo”.

- Es increíble.- decía el periodista mirando las ovejas.

- Tiene razón, es increíble. No se dan cuenta que desafinan.- Contestaba Don Anzó con la frente arrugada.

Asombrado, el periodista escribía en su cuaderno todo lo que veía. “Esto es algo impresionante para mí” decía, a lo que Don Anzó le contestaba “yo estoy acostumbrao`”

Cuando volvieron a la estancia, el gaucho le pidió a su china que calentara la pava para unos mates. Se sentaron en una mesa que había en la puerta de la casa y mirando el horizonte escondiendo el sol, Don Anzó le dijo al periodista: “En este lugar, la tradición es tomar al menos un cimarrón mientras escucha una payada de mi guitarra. De esta forma, la luz mala ni se atreve a pasar por acá.”

Fue así como al ritmo de los acordes del gaucho y los sorbos de mate, el periodista pudo ser parte de la tradición de Don Anzó.

Sebastián Saez

El lago milagroso

Posted by Sebastián Saez

Hubo una vez, hace bastante tiempo atrás, un viajero que recorría el país visitando lugares nuevos. Un día, llegó hasta el pueblo de Osobuco. El lugar era muy natural, a penas tenia un par de cabañas, algunos negocios con necesidades básicas dispersos por el terreno y unas cuantas personas deambulando por allí. En la entrada de aquel lugar había un hermoso lago que estaba prohibido por los habitantes. En aquel lugar había carteles anunciando que no se podía acercar al lago porque era peligroso. Los carteles estaban un tanto tapados por los arbustos que abundaban en el lugar, pero eso no les interesaba a los pueblerinos porque ellos ya sabían las reglas.

Una tarde en que el viajero paseaba por allí, sintió mucho calor y decidió refrescar su cabeza calva. Como no vio los carteles que estaban tapados, se acercó al lago y sumergiendo su cabeza en el, se sintió más fresco. A los pocos minutos de secarse comenzó a sentir algo de picazón, pero no le dio demasiada importancia. Pasó toda la noche rascándose su calva cabeza. Cuando despertó a la mañana descubrió que tenía una abundante cabellera.

Sobresaltado de la alegría salió por todo el pueblo gritando el milagro. Hacía un tiempo atrás se le había caído el pelo y aquel suceso era algo muy emocionante para él. Corrió por todos lados con tanta alegría y sin ver por donde pasaba que sin querer cayó dentro del lago. Después de salir de allí, se fue todo mojado hasta la cabaña que había alquilado.

Por unos días el viajero no salió de la cabaña. Sus vecinos que se enteraron que había caído dentro del lago fueron a ver si estaba bien. Después de esperar un largo rato fuera de la casa, el viajero abrió la puerta. Un hombre completamente peludo estaba del otro lado. Los pueblerinos no se asombraron para nada. “Estuve todo este tiempo tratando de quitarme todo el pelo que me creció” dijo el viajero con mirada triste. “No te preocupes” le contestó uno de los vecinos, “A muchos de aquí nos ha pasado lo mismo que a ti. Pero no debes ponerte mal. Ahora tienes todo el pelo que has deseado”.

Sebastián Saez

El edificio que faltaba

Posted by Sebastián Saez

Muchas cosas extrañas pasan en la cuidad de Tales, pero nunca había ocurrido algo tan insólito como lo de esta historia.

En esta ciudad las casas abundan por todos lados, pero no se veía ningún edificio. Fue por eso que el intendente ordenó construir el más grande edificio de todos los tiempos. Pero el presupuesto que disponían no alcanzó y solamente lo pudieron hacer de siete pisos. La construcción duró un par de meses. La gente que vivía alrededor y la que pasaba por allí, siempre miraba con curiosidad. Todos en la ciudad estaban ansiosos por verla terminada.

Hasta aquí la historia no tiene nada de raro. Lo curioso fue que al tiempo de ser terminado, el edificio desapareció y nadie lo encontró. Contrataron a detectives expertos que tenían sabuesos, llamaron a superhéroes que pudieran encargarse de la situación y hasta buscaron a una adivinadora para que les dijera el paradero del edificio. Todo era inútil.

Un día, caminando por el enorme parque de la ciudad, que se parece a un bosque, una abuelita lo encontró. Cuando la dulce ancianita lo vio le preguntó:- Querido, ¿qué haces aquí? ¿No tendrías que estar en el centro de la ciudad con las demás personas y casas?

El edificio un tanto avergonzado le contestó:- Vine hasta aquí porque me molestaba mucho el sol. Estos días ha hecho mucho calor y no tengo siquiera un ventilador. Aquí hay mucha sombra y estoy más fresquito.

Los árboles del parque son del tamaño de edificios de diez pisos y él se sentía protegido de los rayos ultravioletas. Fue entonces que todos los ciudadanos comenzaron a sembrar árboles como los del parque en las veredas de las calles, para que tanto el edificio, las casas, como las personas que habitan esa ciudad, pudieran protegerse del sol en días calurosos como esos.

Sebastián Saez

Las flores que hacían dormir

Posted by Sebastián Saez

Hace mucho tiempo atrás, existió un rey que se regocijaba todas las tardes paseando por su enorme jardín. En el tenía todas las plantas del mundo. No había una sola especie que no estuviera allí, pues él mismo había ordenado a sus súbditos que recorrieran el planeta en busca de ellas. Paseando una tarde por su verde jardín notó que ninguna de todas las flores que poseía era de su agrado. Fue entonces que ordenó en todo el reino a que le ofrecieran semillas de las más bellas flores que existieran.

Ninguno de los candidatos que se presentaron lo convencieron, ya que las semillas que ofrecían eran muy costosas y el rey era un tanto tacaño. Una tarde, llegó un hombre proveniente de tierras lejanas al reino. Éste le brindó una bolsa de semillas y le dijo:
- De aquí saldrán las más bellas flores que jamás hayan visto sus ojos, alteza. Estas semillas tienen la capacidad de crecer muy rápido y el precio de venta es el más bajo del mundo.- concluyó el hombre con una sonrisa en su rostro.

El rey, sin preguntar la razón de su bajo precio, aceptó encantado. De inmediato comenzó a sembrar por todo el jardín del castillo las semillas que había comprado. Las regó, y se sentó en una silla a esperar a que crecieran. Al poco tiempo unas pequeñas hojas se asomaban de la tierra. El rey quedó pasmado ante tal espectáculo. Aquel hombre había dicho la verdad.

Mientras veía como las flores crecían, algo raro comenzó a ocurrir. Los bostezos eran inevitables. Los párpados le comenzaban a pesar. Pronto, todos en el reino empezaban a tener los mismos síntomas que el rey. Los guardias del castillo averiguaron el por qué de la somnolencia en todas las personas, y descubrieron que era a causa de las nuevas flores.

- Alteza, debe deshacerse de esas flores antes que crezcan. Son flores somníferas. Tienen el poder de hacer dormir.- le avisó uno de los guardias que no podía dejar de bostezar.

- Lo haré luego. He gastado dinero en ellas y quiero verlas crecer.- dijo el rey después de un bostezo.

- Pero mi señor, cuando las flores terminen de crecer quedaremos todos bajo un sueño eterno.

- Ya lo he dicho, más tarde lo haré.

Fue así como los días pasaron y el rey seguía posponiendo la tarea. Hasta que un día las flores terminaron su desarrollo y todo el reino quedó bajo un manto de sueño. Pero justo por allí pasaba un humilde pastor con un rebaño de ovejas. Al ver a todos dormitando y las flores que se habían expandido por todos lados, reconoció cual era el problema. Fue entonces que ordenó a sus ovejas que comieran las flores que invadían el lugar.

Cuando los animalitos del pastor terminaron de comer, cada persona del reino empezó a despertar. El rey le agradeció y recompensó al pastor por su ayuda, y prometió que nunca más pospondría algo. Porque cuando uno deja algo para después, puede quedarse dormido en los laureles.

Sebastián Saez

El hombrecito de la lluvia

Posted by Sebastián Saez

Muchos no lo saben, pero la otra vez descubrí a los hombrecitos que fabrican las gotas de agua para la lluvia. Fue una tarde de nubarrones oscuros donde me puse a mirar atentamente al cielo. En ese momento, uno de esos hombrecitos cayó sobre mí. Cabía dentro de mi mano. Era todo celeste y un poco frío. “Gracias por evitar que cayera al suelo y me lastimara” dijo el hombrecito. “De nada” le respondí cálidamente.

- Tengo que volver a mi nube; la lluvia esta por comenzar y tengo que terminar mis gotas.
Antes de que partiera le pedí que me contara sobre su mundo.

- Somos un grupo de hombrecito que fabricamos las gotas para la lluvia. Trabajamos siempre unidos. Lo que hacemos primero es tomar trozos de aire caliente y frío, los juntamos en bolsitas invisibles y las atamos para que no se escape nada. Al juntarse sos tipos de aire se forma el agua. Entonces, cuando terminamos de armar las gotas, las ubicamos en cajas que serán puestas de manera que cuando las nubes choquen entre sí, se vuelquen y caigan todas las gotas de lluvia al suelo. Es un trabajo difícil, porque hay veces en que antes de terminar todas las gotas, siempre algunas se nos escapan y caen al suelo. Esas son las primeras gotas que ves, anunciando la próxima lluvia.

Yo estaba conmocionado por escuchar su relato. Para mí era fabuloso descubrir aquel nuevo mundo.

“Ahora sí debo marcharme, se me hace tarde. Tengo que terminar cuanto antes con mi trabajo” dijo el hombrecito celeste y de un salto pasó de mi mano a una nube. “No te preocupes, cuando este allá arriba me acordaré de ti y recibirás mi agradecimiento” me dijo antes de partir.

Un rato más tarde la lluvia comenzó, y las gotas que cayeron sobre mi fueron cálidas y suaves. Como si aquel hombrecito celeste que fabricaba gotas estuviera dándome caricias desde lejos, como forma de su agradecimiento.

Sebastián Saez

Pelea de cangrejos

Posted by Sebastián Saez

En una playa que no recuerdo el nombre, vivían dos cangrejos muy gruñones. Todo el tiempo protestaban por el viento del mar y las olas que mojaban sus cuevas.

Un tarde de verano, las olas dejaron un gran trozo de alga entre las cuevas de los dos cangrejos.
- ¡Qué cosa más deliciosa ha llegado para mí!- dijo el cangrejo anaranjado. Y cuando se acercaba a tomarlo con sus pinzas llegó su vecino dispuesto a llevárselo.

- ¿Quién dijo que estas algas son tuyas? Al estar cerca de mi casa me pertenecen.- dijo el cangrejo rojo que se había aferrado al alimento en cuestión.

Cada uno tironeaba para su lado, haciendo la máxima fuerza que podía. En un momento, los dos soltaron las algas y se miraron fijamente. Levantaron sus pinzas en alto en señal de pelea y dijeron al unísono: “ven a quitármelas”. Y cuando se acercaron para pelearse, una enorme ola arrastró las algas tan preciadas.

Fue en ese momento que los dos se dieron cuenta de lo inútil que fue la pelea, porque si hubieran sabido compartir, los dos hubieran podido comer esas algas tan deliciosas.

Sebastián Saez

Un hechizo mentiroso

Posted by Sebastián Saez

Hace muchos, pero muchos años atrás, en un gran bosque que compartían tres reinos, se encontraron tres magos. Cuando se realizó tal encuentro, los magos intercambiaron saludos y comenzaron hablar. En un momento de la conversación cada uno contaba lo que era capaz de hacer. Como cada uno era más orgulloso y vanidoso que el otro, decidieron desafiarse a una competencia de hechizos.

- Mañana nos encontraremos en este mismo lugar para demostrar nuestro poder.- dijo uno de los magos que llevaba un sombrero de pico.

- Estoy totalmente de acuerdo.- dijo otro mago que tenía unos lentes cuadrados.

- Ya veremos quien es el mejor.- terminó la conversación el mago restante, que llevaba un enorme bastón en forma de rama.

Cada uno en su reino revisó sus grandes libros sobre hechicería una y otra vez, es que nadie quería perder. Así pasaron el resto del día y toda la noche. Menos el mago del bastón que a penas había llegado a su hogar se durmió.

Cuando se volvieron a encontrar ya tenían preparado un hechizo que haría deslumbrar al otro. El único que no se decidió que hechizo usar fue el mago del bastón que aún buscaba en su mente algo que le ayudara en la ocasión.

- Las reglas son las siguientes: Si alguno de nosotros logra hacer un hechizo que no pueda ser deshecho por otro, será el mejor hechicero.- dijo el mago con sombrero de pico, que fue el primero en demostrar lo que tenía para hacer.

Con un movimiento de varita y algunas palabras casi incomprensibles hizo que un enorme árbol se convirtiera en un bloque de hielo. Eso asusto por unos segundos al mago de los lentes cuadrados, pero rió de felicidad al recordar como se deshacía.

- Veamos que tienes tú- dijo el mago del sombrero de pico al que había logrado romper el hechizo.

Acomodándose los lentes, movió sus manos sobre unos arbustos e hizo que se convirtiera en un gran charco de agua. Al mago del sombrero de pico le resultó muy fácil deshacerlo, ya las plantas eran su especialidad.

Ahora era el turno del mago de bastón. “Muéstranos tu hechizo” le dijeron. Comenzó a mirar para todos lados y a su lado vio una roca. La tomo con sus manos y se las mostró a los otros dos magos.

- Mientras ustedes hacían y deshacían hechizos yo he convertido a un cuervo en esta roca.- dijo el mago del bastón, que sabía que no podrían lograrlo, ya que si no había sido encantado, no había hechizo por romper.

Los otros magos se rascaban la cabeza pensando cómo lograr ganarle. Hasta que uno de ellos dijo: “lo tengo”, y diciendo unas palabras mágicas lanzó un hechizo con su varita que rebotó en la roca e impactó contra el mago del bastón que lo transformó en un cuervo.

Muchos exploradores que han transitado por esos bosques dicen haber escuchado a un cuervo parlanchín que de tanto en tanto derrama sus llantos de lamento al no haber estudiado como debía.

Sebastián Saez