Sapos y princesas

Posted by Sebastián Saez

Todo el mundo conoce las historias de las princesas y los príncipes encantados. Tal vez no todo el mundo, pero la gran mayoría sabe que a veces cuando las princesas besan a los sapos, estos se convierten en príncipes. Lo que no saben es la historia vista desde el otro charco.


Hace mucho tiempo atrás, cuando la Tierra estaba poblada de reinos, caballeros con brillantes armaduras y damiselas en constante peligro; existían junto a ellos los sapos. Estos diminutos animales se los podía encontrar en las lagunas que se formaban cerca de los castillos. En una de ellas vivía un sapo que siempre soñaba con encontrar a su amor. Todos los días suspiraba en su hoja de loto pensando cuándo y cómo conocería a su amada; hasta que un día oyó a unos pescadores hablar de brujas y hechizos. Fue entonces cuando se le ocurrió que tal vez alguna de las mujeres que siempre se acercaban a contemplarse en el agua podría ser su batracia soñada.


-¿Cómo puedes creer que alguna de esas mujeres puede ser una sapa encantada?, le dijo uno de sus amigos mientras atrapaba moscas.


-¿No te has dado cuenta cómo las brujas nos quieren capturar siempre? Tal vez por diversión, ellas las convierten en princesas con la posibilidad de que uno de nosotros pueda deshacer el hechizo con un beso.


Una tarde, en la que el sol brillaba cálidamente, una princesa pasó por la laguna a ver su reflejo en el agua. El sapo la vio y brincó hacia ella, pero no llegó porque calculó mal la distancia a una hoja de loto y cayó al agua. Cuando se recuperó de su caída, la mujer ya se había ido. Se la veía a lo lejos caminar. Con la intención de no perderla de vista y así encontrar a su amor, el sapo salió de la laguna y recorrió un largo camino hasta el pueblo siguiendo los pasos de la joven. En el mercado se escondió entre las manzanas verdes que vendía una señora; y cuando se acercó la princesa, que pasaba por allí, se abalanzó y de un brinco le dio un beso.


Un grito se oyó, seguido por un alboroto de frutas que hicieron huir al sapo desilusionado. La princesa no se había convertido. Yendo hacia la laguna, al anfibio se le cayeron algunas lágrimas. Todos sus amigos se reían de su ocurrencia, y el no hacía otra cosa que suspirar. En ese momento, una doncella se acercó a la laguna. Al ver al sapo llorando se arrimó hasta él y le dio un beso para que se sintiera mejor. Éste, ruborizado, cerró los ojos de alegría; y cuando los volvió a abrir, la doncella ya no estaba. Del agua salió una sapa que al ver a nuestro amigo, se enamoró enseguida. Saltando, se fueron juntos unidos por el amor. Lo que el sapo nunca supo, es que la doncella no se transformó. Había caído al agua y justo salió la sapa. Pero, ¿quién se lo diría al sapo? Es mejormantenerlo con su magia propia.


Sebastián Saez

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