El autorretrato

Posted by Sebastián Saez

Hace mucho tiempo atrás, en un pueblo de Europa alejado de la sociedad, vivió en una mansión el multimillonario Roberto Silman que para ocupar su tiempo se encerraba horas en un cuarto de su hogar a pintar. Todo el dinero que poseía lo había heredado de su padre que falleció cuando el era joven. Antes trabajaba como abogado, pero ya no le interesaba otra cosa que pintar.


En la mansión también vivía su mucama que se encargaba de limpiar todo, menos la habitación donde Roberto hacía sus cuadros. Tenía prohibido acercarse allí. El señor Silman podía pasarse encerrado semanas enteras en aquel lugar. Llevaba cientos de cuadros pintados, porque a penas terminaba con uno, comenzaba a realizar otro. En el lugar también estaba Sammy, el gato negro con cola blanca de su padre. El animal lo acompañaba a Roberto a todas partes, menos a la habitación tan celosamente cuidada.


Un día en que empezó a pintar un autorretrato, notó que algo especial sucedía con aquella imagen. Acercaba su mano hacia el pecho del dibujo y sentía como que algo quería salir. “Debe ser el cansancio o el tiempo que llevo aquí” pensó Roberto para calmarse. A la pintura le agregaba cada vez más detalles. Se miraba en un espejo y si notaba alguna cana nueva que le salía se la introducía al dibujo.


A partir de aquel día, todas las noches sentía un susurro mientras dormía. Se despertaba sobresaltado y no lograba encontrar a nadie a su alrededor, sólo al gato. Eso le provocaba insomnio y se paseaba por toda la mansión; pero en cuanto los pensamientos aparecían en su cabeza, se dirigía corriendo a agarrar sus pinceles y pinturas.


La cantidad de cuadros disminuía con el tiempo. Aquel autorretrato se había transformado en una obsesión. Cada vez le agregaba más y más detalles. Y cuando se detenía a observarlo una tétrica voz le decía: “sácame de aquí”. Miraba hacia todos lados pero no lograba encontrar la fuente de la voz, siempre estaba sólo en la habitación.


Cuando miraba fijamente a los ojos de la pintura parecía quedar hipnotizado, como si viera a alguien que conocía desde hace mucho, pero que no la había visto por largo tiempo. Fue así como una noche fría de invierno mientras pintaba, tuvo deseos de beber algo. Dejó la puerta de la habitación abierta y salió. “No hay necesidad de cerrarla, vuelvo enseguida”, pensó mientras bajaba las escaleras hacia la cocina. En eso, el gato merodeaba por allí y entró a la habitación. Jugueteando con una mosca que había entrado al mismo tiempo que él, se abalanzó sobre el cuadro y le hizo un agujero en el medio. Un fuerte ruido se escuchó en toda la mansión. Una enorme mancha de pintura roja se esparcía sobre toda la habitación. La mucama que dormía en el cuarto de al lado, asustada, fue a ver que ocurría. Se encontró con el gato y el cuadro roto. Desesperada por avisarle a su patrón lo que había ocurrido, bajó a la cocina y allí encontró al señor Silman tirado en el suelo, y la copa destrozada por el piso.


Sebastian Saez


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